Adiós Recuerdos

Nostalgia. Sobrecogimiento. Eso es lo que sentí al ver el edificio del Pasaje Rex, junto al cine del mismo nombre, vuelto escombros. Esa esquina, que tapaba la luz de manera lógica, ahora deja ver hasta casi el hospital en la Alameda, en un espacio enorme, que dejó al descubierto, mucho más que un edificio en el suelo.
Recuerdos de muchas generaciones (se abrió en la década del '40) pasaron por ahí, las matinés, el clásico cine rotativo al que fui más de alguna vez cuando niña. Las innumerables películas animadas, y también las típicas adolescentes, Las Tortugas Ninja, Batman, La Máscara, entre muchas otras que habré visto en la platea alta.
Como era de esperarse, con la venida de las salas modernas, con patio de comidas, promociones varias y mejor equipadas, este tipo de cines se vino a la quiebra. Pero según muchos, no había motivo para desecharlo. El cine Rex era también un teatro, donde, luego de su apogeo como sala de películas, tuvo su momento under como sala de eventos y conciertos. Sin ir más lejos, el año pasado estuve ahí, con mi pololo de ese entonces, presenciando una obra teatral a la que entramos por casualidad. Fue un lindo flashback, en ese antiguo espacio al cual no entraba en muchos años, y que ahora me parecía pequeño, aunque todavía útil y vigente.
¿Por qué en Chile tenemos que dar paso al progreso y la modernidad, y que eso signifique botar todo lo antiguo? ¿Acaso no es ése justamente el atractivo de las ciudades europeas? ¿Acaso Rancagua no se caracterizaba por ser una ciudad histórica? ¿Acaso es mejor tener tiendas comerciales y fomentar el consumismo a tener espacios culturales que inviten al esparcimiento y la comunicación, sin que necesariamente hayan cajitas felices y ofertas de por medio?
Ojalá esto no siga ocurriendo. En vez de buscar arreglos y darle una nueva oportunidad, estamos botando a la basura -literalmente- nuestro pasado. Y ésta es mi manera de protestar.